Huida a Egipto: Un anónimo cusqueño en Caracas

La escuela cusqueña es un término creado por la historiografía del arte peruano para agrupar a los talleres de artistas indígenas que pintaban de manera anónima y masiva para todo el altiplano andino y regiones más lejanas como Chile y Argentina durante los siglos XVII y XVIII. Sus obras se caracterizan por la presencia de paisajes repletos de vegetación, con flores, pájaros, y gamas cromáticas variadas y contrastantes. Es frecuente el uso del brocateado en pan de oro molido que ornamenta las vestimentas de los personajes. Estas características se aprecian en una pintura al óleo sobre tela (79 x 66 cm con marco) conservada en una colección privada en Caracas. Posiblemente la pieza fue adquirida durante las primeras décadas del siglo XX en algún anticuario.

Anónimo cusqueño, Huida a Egipto, siglo XVIII.

En esta pintura se representa el episodio de la Huida a Egipto, el cual solo es mencionado por el evangelista Mateo (2:13-18). En su narración el suceso ocurre tras la presentación de Jesús, recién nacido, en el templo. Un ángel se le aparece en sueños a José y le anuncia: "Toma al niño y a su madre y huye a Egipto y permanece allí hasta que yo te avise, porque Herodes ha de buscar al niño para matarle" (2,13). El santo cumplió las instrucciones enviadas desde los cielos y partió con su familia durante la noche, detalle que no tomó en consideración el artista cusqueño, ya que complejizaba el uso de luces y sombras.

Si bien las Escrituras no mencionan la presencia del borrico, este animal se incluyó desde la edad media como el medio de transporte ideal para la joven madre y su recién nacido. Por ello apreciamos a María, vestida con su túnica rosa y cubierta con su manto azul, llevando al niño en su regazo, montando sobre el asno perpendicularmente, con las dos piernas hacia el lado izquierdo del animal. Esta era la manera de montar aceptada para las mujeres. La Sagrada Familia va acompañada de un ángel que vela por su bienestar, por ello éste porta una cesta aludiendo a los alimentos que consumirán durante el viaje y unas flores que ofrece a María. El ángel viste una túnica roja sobre una camisa blanca con encajes y lazos exuberantes. Esta vestimenta es tradicional en la iconografía de los ángeles en la pintura cusqueña. 

Detalle

A lo largo de los siglos la escena de la Huida a Egipto se fue complejizando con diversos sucesos fantásticos que supuestamente ocurrieron durante la travesía, y que provienen de textos apócrifos y creencias populares. Durante el siglo XVI, sobre todo a raíz del Concilio de Trento, se cuestionaron estas invenciones y se sugirió su eliminación. Pero en la pintura latinoamericana permanecieron vigentes hasta finales del siglo XVIII. Precisamente, una de estas escenas la observamos en este cuadro y es conocida como el milagro del campo sembrado de trigo. Se trata de una escena que se puede rastrear en la pintura europea hasta el siglo XIII, y en el continente americano será muy popular en la pintura andina. Por esta razón, al fondo del paisaje se aprecia un campo de trigo, listo para segar. Según la creencia popular, la Sagrada Familia pasa por un campo que está recién sembrado. María le pide al campesino que si los soldados de Herodes le preguntan por una familia fugitiva, les responda que los vio pasar durante el tiempo de la siembra. Al día siguiente el trigo creció de forma milagrosa y quedó listo para su cosecha. Por lo que al llegar los soldados a interrogar al campesino, este recordó lo pactado con la Virgen y repitió que los había visto pasar cuando había sembrado el trigo. Los soldados se regresan a Jerusalén, asumiendo que pasaron por allí hace meses. Así vemos en el cuadro al campesino con una hoz en la mano junto a unos soldados a caballo. 

Detalle del milagro del campo de trigo

El artista cusqueño se imagina un paisaje repleto de flores y vegetación. En este apreciamos una diversidad de árboles, entre los cuales se destaca una enorme palmera justo tras la figura mariana, y un cedro. Esta palmera es una constante en esta escena y también alude a un relato milagroso que habría ocurrido durante uno de los descansos en el viaje. Según un relato apócrifo, María cansada y hambrienta pide sentarse a la sombra de la palmera y comer de sus frutos. Pero como era demasiado alta, el Niño Jesús ordenó al árbol agacharse para que pudieran recogerlos, y de sus raíces que brotara agua. Como la palmera acató el mandato, entonces le prometió que sus ramas serían llevadas al cielo, sembradas en el jardín del Edén y con ellas se premiarían a los santos. 


Bibliografía consultada:

Héctor Schenone, Iconografía del arte colonial. Jesucristo. Buenos Aires, Fundación Tarea, 1998.

Luis Monreal y Tejada, Iconografía del cristianismo. Barcelona, El Acantilado, 2000.

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