Las Benditas ánimas del Purgatorio

Los cuadros que representan a las Benditas ánimas del Purgatorio frecuentemente se confunden con imágenes del Infierno o del Juicio Final. Sin embargo, la clave para su correcta identificación se halla en las figuras de las ánimas o almas que se encuentran en la parte inferior de estas composiciones. Según el dogma católico del Purgatorio configurado durante el siglo XII, se trata de un lugar de paso tras la muerte, en cual las almas de los cristianos fallecidos purgan sus pecados a través de un fuego purificador antes de ingresar al cielo. Por ello, las ánimas se encuentran serenas y confiadas en su futura salvación. Este punto es clave en la iconografía: las ánimas se muestran orantes y esperanzadas dirigiendo su mirada hacia el cielo, porque saben que su paso por este espacio es transitorio, a diferencia del infierno que es eterno. A su vez, no encontramos la presencia de demonios atormentadores, que son abundantes en las representaciones infernales. 

Anónimo, Las benditas ánimas del Purgatorio, siglo XVIII.

A esto debemos agregar otro detalle iconográfico que se destaca: por sobre las ánimas se aprecia a la Virgen María y a San José intercediendo por ellas ante la Santísima Trinidad ubicada en la parte superior. Lo que nos recuerda que el Purgatorio se encuentra más cercano a la gloria, y por lo tanto las ánimas encuentran el consuelo de la visión beatífica y la presencia de ángeles que auxilian a las ánimas con su presencia. 

Por su parte, la iconografía del Juicio Final exige la presencia de otros personajes como el arcángel San Miguel pesando las almas, a Cristo como justo juez, la resurrección de los muertos y la representación de las escenas del cielo y el infierno a donde se dirigen las almas juzgadas. Por lo que se trata de composiciones aún más complejas, que rara vez encontramos en la pintura colonial venezolana.

Detalle de las ánimas


En este cuadro, el anónimo pintor representó a doce ánimas desnudas, como es usual en esta iconografía, aunque totalmente asexuadas. Por los rostros puede distinguirse alguna mujer. También se aprecian figuras con distintos tonos de piel. Esto no indica que el artista quisiera reivindicar el mestizaje local, sino que en la iconografía del Purgatorio era tradicional mostrar todos los sectores de la sociedad, para así recordarle a los fieles católicos que, sin importar cargos, títulos, nobleza, sexo o raza, todos somos iguales ante la justicia divina. 

La figura de San José no resulta extraña en los cuadros de ánimas, por su condición de protector ante la mala muerte, que no era otra que la muerte sin sacramentos. Mientras que la figura de la Virgen María tiene particular protagonismo en estos cuadros por tratarse de la Madre de Jesús y principal intercesora de la humanidad. En este cuadro viste sus prendas más tradicionales: túnica roja con manto azul, también usual en la iconografía de la Virgen del Rosario, de gran popularidad en las provincias americanas. 


La composición está realizada sobre un fondo neutro, de tonalidades castañas claras, que simulan nubes. Al respecto, los tratadistas no se ponían de acuerdo sobre el lugar preciso del Purgatorio, que se encontraría en algún espacio intermedio entre el cielo y el infierno.


Por su gran tamaño (178 x 137 cm) posiblemente procede de algún altar de una iglesia o convento en Caracas. Estos cuadros se hallaban en todas las iglesias del país, encargados por las cofradías de ánimas, cuyos miembros se comprometían a orar regularmente por los difuntos.  

Bibliografía:

Jaime Morera, Pinturas coloniales de ánimas del purgatorio. México, UNAM, 2001

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