La Inmaculada Concepción



Por Daniella Graterol

Desde el punto de vista histórico, el dogma de la Inmaculada Concepción de María tuvo un largo recorrido desde los primeros tiempos de la cristiandad, hasta que finalmente en 1854 fue constituido como tal durante la gestión del Papa Pío IX. Desde un principio, la idea de que María haya sido concebida de forma inmaculada, preservada de toda mancha del pecado original, generó polémica no sólo entre católicos y judíos, sino dentro de las órdenes más ortodoxas. Así, tenemos que tanto dominicos como franciscanos se dividieron en opiniones, pues aunque ambas partes defendían la virginidad de María, algo incuestionable, divergían en cuando al tema de su concepción de forma inmaculada. Mientras los dominicos sostenían que María había sido limpiada de la mancha de pecado original luego de su concepción, los franciscanos defendían y justificaban que antes de ser concebida, ya estaba preservada de dicha mancha. A ambos grupos, con sus respectivos seguidores, se les conoció desde entonces como maculistas e inmaculistas, respectivamente (Stratton: 1989,3).
Ambas opiniones encontraron sus argumentos en diversos teólogos y tratados a lo largo del tiempo, al igual que “seguidores”, como ya señalamos. Sin embargo, por mucho tiempo el escabroso tema fue obviado por la Iglesia. Prueba de ello es que no se eleva a dogma sino hasta la fecha tardía de 1854, aun cuando desde 1128 ya la idea se insinúa; sin contar que el Protoevangelio de Santiago, fechado en 150 d. C. aproximadamente, ya contiene el germen de la doctrina inmaculista.
Las tempranas representaciones que se hicieron en Europa para representar esta idea, en nada se asemejan a la pintura que hoy analizamos. La misma es producto de un largo refinamiento teológico. Las primeras representaciones de la concepción de la Virgen María, muestran a Santa Ana y a Joaquín abrazados bajo la Puerta Dorada. Cuentan los textos católicos, que la Virgen fue concebida producto de un beso entre sus padres, Ana y Joaquín, bajo esta puerta. Así, quedaba eliminada la idea de una concepción en pecado, y por lo tanto, María debía nacer sin la mancha del pecado original.
A menudo, desde la Edad Media temprana, la representación de Ana y Joaquín dándose un beso o un abrazo bajo la Puerta Dorada, era la forma de transmitir la idea de que la Virgen había sido concebida sin pecado. En otras ocasiones, además de estos personajes, se colocaba en la parte superior a Dios Padre, en señal de bendecir esa unión, siendo Él quien creara a María en el preciso instante del beso. Sin embargo, esto resultaba una idea bastante compleja para ser representada y comprendida a cabalidad y pronto fue dejada atrás para dar paso a composiciones más elaboradas desde el punto teológico, pero que aludían directamente a María y no a sus padres (Stratton, 1989,33).
Así tenemos, hacia principios del XVI, las primeras representaciones en España de la Virgen rodeada de atributos extraídos de las Letanías y el Cantar de los Cantares. Podemos poner como ejemplo de una representación temprana de este tipo un grabado anónimo francés, publicado por Emile Male y reproducido por Thielman Kerver, llamado La Virgin “Tota pulchra” que formaba parte del libro Las horas de Nuestra Señora, fechado en 1502. El título se toma de la inscripción que se aprecia en la parte superior del grabado, donde se lee: Tota pulchra es amica mea et macula non est in te , frase que se toma del Cantar de los Cantares que significa: Toda eres hermosa, amiga mía, y no hay en ti defecto(Ibidem, 35).
Este tipo de representación de la Inmaculada Concepción, fue variando en algunos elementos a lo largo de los años subsiguientes. En líneas generales, se mantenía la representación de una joven, rodeada de un halo de luz, vestida de blanco como símbolo de su pureza, de pie sobre la media luna y en torno a ella un número variante de elementos que simbolizan su castidad. Quizás una de las variantes que más importancia tiene, es el hecho de que se haya vinculado con la representación de la mujer apocalíptica anunciada por San Juan en el Apocalipsis, y que va a influir mucho en la representación híbrida de la Inmaculada Concepción.
Ya desde los alrededores del siglo XII se comenzó a representar a la Virgen como la mujer descrita por Juan en el Apocalipsis: la corona de doce estrellas, la luna creciente, su traje de estrellas y el demonio dominado a sus pies. Por mucho tiempo, esta representación estuvo limitada a las ilustraciones del Apocalipsis, simplemente como una representación narrativa, mas que una tipología simbólica. Sin embargo, a medida que la doctrina de la Inmaculada Concepción iba cada vez en más auge, no tardó en vincularse a esa mujer apocalíptica con la Inmaculada, pues el complejo concepto teológico indica a María haber sido concebida de forma inmaculada, preservada de pecado original, es la que tiene el triunfo sobre el demonio (Ibidem, 40) Así, se comienza entonces a consolidar una iconografía híbrida que muestra a la Inmaculada Concepción con sus elementos propios, que dan cuenta de su pureza, más aquellos que aluden a la mujer apocalíptica, puesto que al fin se trata de la misma. Esta iconografía se afianzó en España hacia el siglo XVI, momento para el cual ya las tierras americanas eran colonizadas y evangelizadas por los españoles. Recordemos que parte fundamental de este proceso lo constituían los grabados, copias de obras de importancia desde el punto de vista iconográfico, que permitiera comunicar la doctrina católica a los nuevos evangelizados. Siendo la Inmaculada Concepción de María uno de los dogmas más importantes de la Iglesia Católica, el mismo no podía pasar por alto y pronto se difundieron por todo el territorio americano.
La pieza objeto de nuestro análisis claramente muestra evidencias de esa iconografía híbrida entre Mujer apocalíptica e Inmaculada Concepción, que tan popular se volvió entre los devotos americanos. Al observar la totalidad de la pieza, podemos deducir que se trata una representación iconográficamente ya refinada de la Inmaculada Concepción, pues se han omitido los las inscripciones con las frases que fueron características de las primeras representaciones de la doctrina. Podríamos aventurarnos a ubicarla entre las representaciones pictóricas de la llamada Escuela cusqueña, pues si prestamos especial atención a los detalles dorados del traje de la Virgen, notamos que no son los que generalmente se usan en la representación mariana. Más propiamente, el traje de nuestra composición, muestra, además de estrellas, unas formas que se repiten y que asemejan sellos o escudos, conocidas como Brocateado. Tras revisar numerosas representaciones del arte religioso en diversas partes de Latinoamérica, desde vírgenes y santos, hasta personajes con alta jerarquía social, sólo en las composiciones de la Escuela cusqueña encontramos estas características formas doradas que ostentan los trajes.
De allí que podamos concluir que se trata de una pintura procedente del Cusco y muy posiblemente se pueda fechar como posterior al último tercio del siglo XVII o inicios del siglo XVIII. Hemos logrado establecer así la procedencia de la pintura, a partir del cuidadoso y exhaustivo estudio de cada elemento de la composición, así como la breve descripción de trayectoria de la representación de la Inmaculada Concepción desde los primeros tiempos de la cristiandad hasta el siglo XVIII en América, que culmina en este tipo de representaciones iconográficas.

Bibliografía:
STRATTON, Suzanne, La Inmaculada Concepción en el arte español, Madrid, Fundación Universitaria Española Alcalá, 1989.

Autor: Daniella Graterol
Edición: Janeth Rodríguez

Fotografía: Anónimo cusqueño, La Inmaculada Concepción, posiblemente siglo XVIII. Óleo sobre tela, 64 x 40 cm, Colección privada.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Algunos pintores coloniales venezolanos

La pintura colonial en Venezuela (1)

La pintura colonial en Venezuela (última parte)