La Circuncisión de Cristo




Por Teresa Jiménez

El siguiente análisis versará acerca de una pieza de formato horizontal, cuyo eje vertical ha permitido al autor una distribución más o menos equilibrada de los componentes que la integran. Estamos frente a un plano general en el que se pueden distinguir tres ambientes: un ambiente central y dos laterales —que se visualizan a través de dos portales rematados en su parte superior por arcos—. En el ambiente central o principal se encuentra representada una escena compuesta por nueve personajes, ataviados con ricas vestimentas. A su vez, estos personajes se distribuyen en tres planos: dos niños en un primer plano; cuatro adultos —una mujer y tres hombres— y un niño, en un segundo plano; y dos adultos, a la derecha de la obra, en un tercer plano.
Asimismo, este ambiente principal —cuya iluminación es frontal— se encuentra en una posición elevada con respecto a los otros dos. Tal efecto lo sugieren los cuatro escalones representados a cada lado de esta escena. En el centro geométrico, a manera de eje vertical, se ubica una figura masculina —barbada, con una túnica roja y un manto marrón— sosteniendo a un niño de días o meses de nacido, cuya cabeza —inclinada hacia el personaje femenino de la izquierda— está rodeada de rayos dorados. Este infante viste una especie de faldellín blanco —con una cinta tricolor (amarillo, azul y rojo) a manera de pretina— que cubre sus brazos y deja ver sus zonas íntimas, así como sus dos piernas. Dicho niño yace sobre una especie de fuente, que a su vez está depositada sobre una mesa, cuyo pedestal parece ser de madera —con un jarrón rojo ubicado por delante—. Esta mesa se presenta recubierta por un mantel blanco, con líneas blancas verticales, que tratan de expresar pliegues y otras dibujadas a manera de bordados. Al fondo pende un cortinaje negro y rojo con puntillas rojas.
Del lado derecho de la obra se ubica un personaje masculino —barbado, con una túnica roja, amarrada en la cintura por un cordón, y un gorro rojo rematado por un borde de piel blanca—. Este actor ayuda a sostener al bebé, con su mano izquierda colocada en la pierna izquierda de éste, y la mano derecha muy cercana al área sexual del niño. Detrás de este segundo hombre se encuentran —en un tercer plano del lado derecho y algo más pequeños, dando idea de perspectiva— dos personajes ataviados con túnicas —el de la izquierda, blanca con manto azul; y el de la derecha, marrón con manto azul—. Ambos parecen estar distraídos, manteniendo una conversación.
En este mismo entorno central, pero en el sector izquierdo, se representan dos personajes, ligeramente más grandes que el resto. El primero, una mujer próxima al eje central, viste una túnica blanca con una capa azul y un manto marrón sobre su cabeza, la cual está rodeada por un halo de rayos dorados de contornos zigzagueantes. Sus manos están vueltas hacia arriba, y su postura corporal se orienta hacia el recién nacido que cargan los personajes antes descritos. Del lado derecho de esta imagen femenina se encuentra un personaje masculino, de barba marrón y pelo en forma de melena, tocado por un sombrero de ala ancha. Viste un traje por debajo de las rodillas (a diferencia del resto de los adultos cuyos trajes visibles llegan al piso), de color negro y una capa roja.
Finalmente, respecto a los personajes, en un primer plano conseguimos dos infantes de pie, de unos ocho u once años, ambos de espalda. Sin embargo uno, el rubio de la derecha, tiene su cara vuelta al espectador; el otro, a la izquierda, de pelo castaño sólo deja ver su perfil, ambos tienen melena, por encima de los hombros. El primero tiene una túnica corta de color azul claro con una especie de chal rojo y medias rosa oscuro; mientras que el segundo viste un traje gris oscuro (o violeta) con cuello y puños blancos; y medias blancas también.
Otros aspectos a destacar, en la totalidad de los personajes, son: el calzado y los detalles de los trajes. El calzado de los personajes de la derecha del cuadro es negro, mientras que los dos niños y el personaje de la izquierda calzan zapatillas marrones. Todas, absolutamente, con una especie de borde inferior, simulando suelas de color rojo. Los trajes han recibido un especial cuidado en la expresión de sus pliegues, así como el tratamiento de luces y sombras para dar la idea de géneros brillantes y sedosos. Además, presentan una ornamentación dorada, en forma generalizada, ejecutada en la técnica del brocateado.
Respecto a los paisajes laterales, se pudiera decir que ambos están expresados por medio de tres planos. En el paisaje que se observa a la izquierda ubicamos un primer plano, con un arbusto de tres flores y dos capullos rojos y un ave de cuerpo rojo y cabeza azul posada en él. Un segundo plano, con vegetación en la que se distribuyen tres (o cuatro) aves más —una a la izquierda en unos arbustos y dos (o tres) en un árbol a la derecha—. En un último plano se colocó, en un montículo, una especie de templo (centrado) con columnas estilo greco-romanas, coronado por una cúpula central. El paisaje de la derecha, también presenta un primer plano con arbustos, pero esta vez con dos flores y un capullo blancos con el centro rojo. En un follaje alto, ubicado a la izquierda, se posa un ave (cuerpo rojo y cabeza azul) y otra, en escorzo, pareciera volar hacia el espectador. El segundo plano está constituido por tres zonas, dos masas de agua o lagos y un área central de superficie terrestre con vegetación. En el tercer plano observamos un arco natural, en piedra, sobre un pequeño monte, estos últimos en tonos grises.

ANÁLISIS ICONOGRÁFICO

En este conjunto pictórico los personajes están ataviados para una ocasión especial. El centro geométrico y por lo tanto de atención es el niño en brazos de los que parecen ser sacerdotes. Entre este pequeño y la mujer a su derecha se establecen vínculos visuales, se observan mutuamente, y, además, son las únicas imágenes de cuyas cabezas salen rayos dorados. Esta mujer ataviada de blanco y azul y coronada con un halo de rayos dorados nos da indicios de ser una Virgen María. A este respecto, tanto James Hall, en su Diccionario de Temas y Símbolos Artísticos (2003:291), como ciertos textos del catálogo Magna Mater —dirigido por la investigadora Anna Gradowska— hacen referencias a lo establecido por Francisco Pacheco en su obra El arte de la pintura (1649), respecto a los colores a utilizar para representar a la Virgen Inmaculada, la cual «…hace de pintar con túnica blanca y manto azul…» (MBA, 1992:76). Por lo tanto el niño sagrado debería ser Jesús.
Estas premisas sugieren la revisión de los episodios del Evangelio vinculados a la infancia de Jesús. Así, los hechos que destacan y se ajustan al análisis pre-iconográfico, descrito previamente, serían La Presentación en el Templo y la Circuncisión. Según el Evangelio de San Lucas (2:21-22):
«Llegado el octavo día en que debía ser circuncidado el niño, le fue puesto por nombre Jesús, nombre que le puso el ángel antes que fuese concebido.
Cumplido asimismo el tiempo de la purificación de la madre, según la ley de Moisés, llevaron el niño a Jerusalén, para presentarle al Señor, […]».
Esto explicaría, en esta obra, la representación de un infante cuyos órganos genitales están expuestos y que a su vez reposa sobre una bandeja o fuente, donde según Stefano Zuffi se colocaría el prepucio del Niño Jesús (2005:97). Dicho Evangelio (2: 26-29) también daría explicación al personaje que sostiene en brazos al Niño:
«El mismo Espíritu Santo le había revelado, que no había de morir antes de ver al Cristo o Ungido del Señor. Así vino inspirado de él al templo. Y al entrar con el niño Jesús sus padres para practicar con él lo prescrito por la ley: tomándole Simeón en sus brazos, bendijo a Dios, diciendo: Ahora, Señor, ahora si que sacas en paz de este mundo a tu siervo, según tu promesa».
Así, pudiera ser Simeón —hombre piadoso y sacerdote del Templo— el anciano que tiene en sus brazos al Niño Dios. Sin embargo, James Hall aclara que no se debe confundir la Circuncisión con la Presentación en el Templo. En esta última el niño es consagrado al Señor y se redimía mediante el pago de cinco siclos, en conmemoración de la «…muerte de los primogénitos egipcios cuando fueron perdonados los judíos» (Hall, 2003:178). Igualmente, la aparición de aves en los paisajes laterales de la obra pudiera estar aludiendo al siguiente fragmento, referido a la purificación de la Virgen María, que coincidía con la Presentación en el Templo: «[…] como está escrito en la ley del Señor: Todo varón que nazca el primero, será consagrado al Señor; y para presentar la ofrenda de un par de tórtolas, o dos palominos, como está también ordenado en la ley del Señor». (Lc. 2:23-24).

Estos paisajes, que también sugieren jardines por la aparición de las flores, son símbolos marianos, sobre todo de la Inmaculada Concepción. Por otra parte, atendiendo al versículo 27, observamos que Jesús accedió al Templo acompañado por ambos padres, con lo que pudiéramos pensar que la figura masculina con sombrero de paisano, ubicada a la derecha de la Virgen María, debiera ser San José. La representación que observamos corresponde al aspecto promovido posteriormente a la Contrarreforma, cuyo culto fue auspiciado en gran medida por santa Teresa de Ávila. El aspecto de este santo debería ser de «…hombre maduro pero mucho más joven» que el que se acostumbraba con «…rasgos de anciano de barba blanca» (Hall, 2003:35-36).
Si bien es cierto que en la obra examinada se presentan por igual símbolos referidos a dos episodios del la infancia de Jesús, la Circuncisión y la Presentación en el Templo, en muchas de las representaciones de este último hecho aparecen de manera recurrente dos aspectos: las dos tórtolas están siempre en cautiverio o en manos de los oferentes; asimismo se observa con frecuencia la presencia de una profetisa de avanzada edad, llamada Ana (Lc. 2:36-38). Por lo que nos sentimos inclinados a pensar que estamos ante una Circuncisión de Jesús, cuya representación luce una importante influencia flamenca.

BIBLIOGRAFÍA:

ZUFFI, S. (2005), Episodios y personajes del Evangelio, Electa, Barcelona.
HALL, J. (2003) Diccionario de Temas y Símbolos Artísticos, Vol. 2, Alianza Editorial, Madrid.
Sagrada Biblia
, Editorial Sopena Argentina.
Museo de Bellas Artes de Caracas (1992), Magna Mater. El sincretismo hispanoamericano en algunas imágenes marianas, Caracas.

Autor: Teresa Jiménez
Edición: Janeth Rodríguez

Fotografía: Anónimo cusqueño, La circuncisión de Cristo, siglo XVIII. Cortesía Museo de Arte Colonial de Mérida, Mérida, Venezuela.

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